Una salas con camillas tradicional en
lugar de diván y una mesa con sillas para conversar con los dueños
de los
animales problemáticos, cumple la función de consultorio, en el
cual algunos profesionales comienzan a buscar posibles soluciones
para los múltiples problemas de conducta que presentan los
pacientes.
El primer paso , antes de la
evaluación comportamental, es realizar análisis clínicos para
descartar cualquier problema orgánico o físico de base.
Luego, en caso de que los estudios
muestren parámetros normales, se realiza el cuestionario a los
dueños en el que se indaga, por ejemplo, sobre las condiciones de
vida, la alimentación, el sueño, las reacciones de miedo o de
agresión y la obediencia de las mascotas.
Más tarde, se procede a la
observación del
animal. Ven cómo interactúa con nosotros, si explora o no el
ambiente, si responde a nuestros llamados, si es obediente, si
responde al juego o a los estímulos. En base al examen se hace un
diagnóstico presuntivo.
En base a lo diagnosticado, se
prescribe un tratamiento consistente en técnicas para modificar la
conducta y, en caso de ser necesario, se recetan psicofármacos.
Una de las características que
distingue la especialidad es que se requiere una participación muy
activa del grupo familiar, que debe cumplir al pie de la letra con
la medicación y las técnicas indicadas.
Las alteraciones de conducta que se
perciben son tan variadas como los tratamientos que se ordenan. Los
animales que son agresivos, por ejemplo, se tratan con métodos
diferentes a los que se recetan para los que presentan conductas
compulsivas, como lamido excesivo, auto-laceración y
auto-mutilación.
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